Relatos de una travesía espiritual. Visitando la contemplación.

 "Ellos pueden cuidarse de lo que usted dijo, pero nunca se olvidarán de la manera como los hizo sentir".

 Carl B.

 

Autor: Abner Pantoja

 Publicado en: Ideas Emprendedoras.

 

 Dedicado a: Antonio Corrales. Rector de la UAS; quien años atrás me dio cobijo intelectual.

 

Al estar preparando unos apuntes para una publicación filosófica, me di cuenta de dos cosas: primero, que en la mayoría de mis artículos hablo en primera persona y con un hilo literario un tanto anecdótico. Eso me hace reflexionar hasta qué punto doy contenido valioso. Segundo, que si bien he advertido esa tendencia discursiva, he aplicado cada vez con mayor responsabilidad la prudencia intelectual.

 

 Rememoro aquella etapa estudiantil en la facultad de filosofía y me causa cierta comicidad. Es increíble como cuando se es joven cae uno en las garras de la euforia intelectual: recordar cómo discutía con otros compañeros sobre tal o cual tema de una manera no tanto académica. Todos en la facultad sabíamos todo.

 

 Más que dialéctica humanística existía el ego intelectual. En lo particular, caí en ese estado de pasión desenfrenada porque empezaba a encontrar respuestas a muchas de mis inquietudes. Y por ende, empecé a encontrarle un sentido a la vida. El nuevo mundo en el cual me encontraba era inagotable. Así son las humanidades. Aún cuando también haya caído en la tendencia de la "especialización".

 

 Digo pues que con el paso de los años fui tomando una mayor conciencia de mi actitud intelectual y pasé de la etapa discursiva y argumentativa a un ejercicio filosófico reflexivo y contemplativo.

 

 El resultado de ello es que mi búsqueda espiritual ha sido más específica y selectiva. Claro, mis necesidades existenciales son otras.

 

 Y aunque procuro empeñar la promesa de hablar menos con las palabras y más con la acciones, debo reconocer que en la mayoría de las ocasiones he fallado. Y ello no se debe (se que no recurro a un autoengaño, qué sentido tendría), a un acto de presunción. Obedece simplemente a que me fascina conversar (y que quede constancia de que si surge por ahí un monólogo es por estar la otra persona en silencio), ya que eso replantea mis pensamientos.

 

 Parafraseando a Descartes diría: pienso, luego hablo. Y esto último significa para mi transmitir mi conocimiento, mi sabiduría.

 

 Finalmente de lo que se trata todo esto es de procesar mis conocimientos filosóficos a una búsqueda espiritual que sea aplicable en nuestra cotidianidad

 

 Y aunque es un gran reto pensar. Mas desgastante (e incluso doloroso), será el reconocer nuestro espíritu. De hecho es la parte del ser que menos atendemos.

 

 La bondad de estos artículos espirituales está en el hecho de que filosóficamente no serán de una tesitura académica, más bien la intención es que sea "inspiradora".

 

 Más que una sección de autoayuda (independientemente de que las pautas editoriales lo permiten), es un ejercicio espiritual. Con ello entenderemos y aplicaremos conceptos trascendentales que como seres humanos en algún momento de nuestras vidas nos planteamos.

 

 Recordemos que estos artículos serán inspiracionales y además aplicables a nuestra cotidianidad. Así que con ello responderemos a la interrogante de: filosofía ¿para qué? Simplemente para aprender a vivir. Vivir ayudando.

 

 Y sépanlo de una vez, el filósofo inspira la reflexión, el filósofo enseña a vivir. El filósofo es un ser humano.